Una sonrisa en fotografía.

Prof. Jose Luis Arista Tejada
Máximo tuvo que salirse del trabajo, al no poder
cumplir con sus funciones, precisamente por sus achaques de salud; y, caminando
de nuevo por las calles, un día, cuando por casualidad se encontraba en la
esquina del jirón Grau y Amazonas, le preguntaron: ¡Máximo!... ¿Porqué estas
triste? ¡Sonríe!... ¡Sonríe como aquel!..., señalando una gigantografía, pegada
en la pared de una de las casas.
Máximo, alzó la mirada y observó que en aquella
gigantografía, estaban impresos, los rostros de muchos personajes, candidatos
al Gobierno Regional y a los Municipios.
Era época de campaña electoral. Comprendió entonces,
lo que su amigo le quería decir; pues, lo más curioso y que llamaba la
atención, era la sonrisa con que estos personajes querían mostrarse ante la
población. En las fotografías, volantes,
afiches, calendarios, todos los candidatos estaban sonriendo.
Por las calles de la ciudad, a cada paso se encontraba
con enormes gigantografías y afiches que promocionaban y exhibían a tal o cual
candidato (varón o mujer), todos muy alegres y con la sonrisa en el rostro, una
sonrisa en fotografía.
Comparó, Máximo, los rostros sonrientes de aquellos
personajes, con el rostro de las personas que iban y venían por esa calle. No
pudo apreciar, durante el tiempo que estuvo observando, un rostro sonriente,
igual a los rostros de los candidatos.
De pronto, al estar observando aquellos rostros
sonrientes en fotografía, Máximo se dio cuenta, que no era el único que estaba
mirando las gigantografías y descubrió entre ellos la tristeza en el rostro de
una de las personas. Era un hombre con aspecto de sufrimiento y dolor.
Máximo decidió, acercarse a aquella persona, para
entablar conversación y así lo hizo. Quería saber qué es lo que opinaba, sobre
los rostros sonrientes que se veían en las gigantografias. Quería saber porque
es que estaba triste y lloroso.
Esta persona, al ser preguntada, respondió muy
calmadamente.
Me estoy muriendo, me he sentido ser valiente al
afrontar mi situación y me admiro a mi mismo por lo que he podido llegar hasta
hoy. He llegado hasta hoy y eso me satisface. En cuanto a esos personajes, yo
no los admiro porque sonríen. No los admiro por nada; pues no sufren como sufre
tanta gente.
Sé que si yo no me hubiera esforzado por llegar hasta
hoy, ya no habría podido verme con mis padres, hermanos y amigos. Tuve el
privilegio de conocer todo lo que la vida puede dar y la desdicha de saber que
la vida tiene un final. La vida mía se está acabando, es verdad que se está
acabando y ya no me sorprende. Ya me he predispuesto para ello, a pesar de
tener en mente, alcanzar algunos sueños que todavía no se hacen realidad.
Aun no sé exactamente cuánto de vida me queda, pero al
ver que la situación de mi salud empeora, presiento que no será mucho tiempo.
Lo que deseo decirte es, lo difícil que es vivir así. Es tan difícil que a
punto de esfuerzo y esmero trato de pasar mis días como un día normal, sin
embargo ya no lo es.
A veces ya no sé si es dolor, tristeza, alegría,
melancolía, amargura o amor lo que siento. Ya no sé si es bueno para mí seguir
aun con vida. No sé cómo afrontar esta situación; mas aun, no quiero que las personas
que me quieren, me vean desfallecer; pues, también es duro para ellos que pasan
situaciones difíciles.
Ya me voy despidiendo. Me despido de ti a quien acabo
de conocer, de ella, de ellos, de todos. Tantas cosas he podido seguir
haciendo, lo sé. He podido mejorar. Pero déjame decirte que una causa de mi
desfallecimiento es que la sociedad se concentre más en enfermar que en sanar.
Así, con estas palabras, se expresó aquella persona
que, Máximo se quedó perplejo sin saber que decir y que hacer frente a una
gigantografía con rostros sonrientes y un rostro real, lleno de tristeza y
dolor.
Tomado del libro "Lágrimas y Alegrías del Profesor Máximo"
Autor: Jose Luis Arista Tejada
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