sábado, 15 de septiembre de 2018




EL MEJOR DE LOS REGALOS.


Hoy al regresar para mi casa, por el trayecto fui observando, cómo muchas personas se detenían en esta y en otra parte a saludarse mutuamente. Algunos se encontraban a los tiempos y eso se notaba, pues se escuchaba preguntarse el cómo han estado, cuándo han venido, en qué parte están viviendo, el qué ocurrió y entre otras cosas; luego de ello, terminaban invitándose a visitar sus casas o se dirigían a casa de uno de ellos para ser partícipes de una comida en familia.

Fue motivo entonces para pensar en buscar a algunos amigos que con el tiempo nos hemos ido distanciando y desconociendo. Motivo para pensar en visitar a los hermanos, en invitar a la familia a almorzar en casa. Motivo para pensar en ir a visitar la tierra querida.
Pronto comprendí que lo más importante en todo esto es asimilar, que cada una de esas personas que directa o indirectamente forman parte de nuestra vida, son verdaderamente un gran regalo que nos concede la vida. Ciertamente es el mejor de los regalos.
Así pues, al darme cuenta que también yo, soy considerado como amigo de alguien y que ese alguien me busca, me llama, se preocupa por mí e intenta hacerme la vida más fácil, comienzo a considerarle como el mejor de los regalos.

Por otro lado, mi esposa, mis hijos, mi padre, mis hermanos, con mucha más razón, son los mejores regalos que tengo.
Sin embargo, al ser consiente de todo esto, llego a reflexionar y al preguntarme si seré o no el mejor de los regalos para aquellos que son parte de mi vida, descubro que para ser uno, el mejor de los regalos que otra persona ha recibido y que lo cuida, lo valora y no desea deshacerse de ese regalo, realmente tenemos que merecerlo.

Entonces me pregunto: ¿Soy yo el mejor de los regalos que otra persona ha recibido? ¿Seré considerado como el mejor de los regalos?
¿Eres tú el mejor de los regalos para tu familia, tus amigos, la sociedad?
Intentemos serlo y descubriremos hermosos regalos que nos da la vida.
Que Dios bendiga a cada uno y derrame sus bendiciones abundantes para de esta manera convertirnos en los mejores regalos que nuestros seres queridos puedan tener.
Y entonces digamos:

¿A quién he de olvidar? No es a ti. Tampoco tú, él, ella o ellos.
De los que han ingresado al interior de mis recuerdos
difícilmente serán borrados y echados al olvido.
A los que se anotaron en mi vida hace veinte, diez, cinco o dos años.
A los que conozco hace unos meses semanas o días 
no importa cuando, 
si realmente compartieron conmigo desde una sonrisa hasta un abrazo, 
desde un saludo hasta un servicio 
¿Cómo olvidarlo?
Yo no olvido. 
Vivo pensando en cómo estarás, dónde estarás, qué será de ti.
Me alegro cuando te vuelvo a encontrar. 
Me entristece no saber nada de ti.
¿A quién he de olvidar? 
Están todos dentro de mi ser como flores que adornan un jardín.
No olvido a ninguno, y si alguno se ha olvidado de mí
no soy yo el que reclama, es mi corazón el que los ama.
Los amo. 
cada uno de ustedes, más que recuerdos son los ladrillos
en las que se ha ido construyendo una existencia.
Por lo tanto: 
sea el bien o el mal que hayan hecho por mí, 
les debo mi vida porque sin ello, yo no habría vivido de verdad. 
No hubiese reído, ni llorado. 
Hasta hoy, desconocería lo maravilloso que es perdonar, 
lo dulce que es amar, abrazar, desear lo mejor a los demás.
Estaría sin saber, si tengo amigos de verdad. 
Ignoraría la diferencia que existe entre un amor verdadero 
y un amor fingido.
De la medicina que me trajiste cuando estuve con fiebre 
y estuve a punto de morir, aún tengo vida. 
Del abrazo que recibí cuando lloré frente a ti es este amor 
que no dejaste morir,
es esta ternura que con el dolor se fortaleció.
De todo lo que hemos vivido es este corazón que aún puede 
y quiere ser tu amigo del alma.

Jose Luis Arista Tejada.


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