sábado, 15 de junio de 2019

Fabricando un padre



FABRICANDO UN PADRE:



FABRICANDO UN PADRE
En el taller más extraño, se reunieron los grandes arquitectos, los afamados carpinteros y los mejores obreros celestiales que debían fabricar al padre perfecto:
-«Debe ser fuerte, dulce, tener firmeza y mansedumbre, tiene que saber dar buenos consejos».
-«Debe ser justo en momentos decisivos, alegre y comprensivo en los momentos tiernos». Comentaron los expertos.
-«¿Como es posible -interrogó un obrero.- poner tal cantidad de cosas en un solo cuerpo»?
-«Es fácil», contestó el ingeniero. «Sólo tenemos que crear un hombre con la fuerza del hierro y que tenga corazón de caramelo».
Todos rieron ante la ocurrencia y se escuchó una voz (era el Maestro, dueño del taller del cielo):
-«No es fácil la tarea es cierto, pero no es imposible sí ponen interés y amor en ello».
Y tomando en sus manos un puñado de tierra, comenzó a darle forma. Y extendiendo su mano sacó de las estrellas oro y lo añadió a la masa. -»Esto es para que en pruebas brille y se mantenga firme». Agregó a todo aquello, amor, sabiduría, le dio forma, le sopló de su aliento y cobró vida, pero... faltaba algo, pues en su pecho le quedaba un hueco.
-«¿Y qué pondrás ahí?» -preguntó uno de los obreros-.Y abriendo su propio pecho, sacó su corazón, y le arrancó un pedazo, y lo puso en el centro de aquel hueco.
Dos lágrimas salieron de sus ojos mientras volvía a su lugar su corazón ensangrentado.
-¿Por qué has hecho tal cosa?» -le interrogó un ángel obrero- y aún sangrando, le contestó el Maestro:
-«Esto hará que me busque en momentos de angustia, que sea justo y recto, que perdone y corrija con paciencia, y sobre todo, que esté dispuesto aún al sacrificio por los suyos y que dirija a sus hijos con su ejemplo, porque al final de su largo trabajo, cuando haya terminado su tarea de padre allá en la tierra, regresará hasta mí, Y satisfecho por su buena labor, yo le daré un lugar aquí en mi reino. Le extenderé mi mano, descansará en mi pecho y tendrá Vida Eterna.    
 Pues yo también soy Padre y por él, por su bien, para otorgarle vida, me arranqué del corazón un pedazo de amor y lo puse en su pecho. Para que a mí regrese, guiado por la sangre que derramé por él en una cruz, para darle perdón, para mostrarle que aunque es duro ser padre, cuando extiendes tus brazos y perdonas, la recompensa es vida, gozo y amor eterno.



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