Artículos: en Radio Reina de la Selva:
Te quiero mucho.
Prof. Jose Luis Arista Tejada.
Te has levantado
temprano al escuchar los ruidos que yo realizaba al momento de alistarme, para
partir rumbo a mi trabajo.
Eran las 2 de la
mañana. Minutos antes, el timbre del despertador me había obligado a tener que
levantarme de la cama, vestirme y salir a la puerta de la casa, con dirección a
la calle, para subirme a la camioneta 4 X 4, que no tardaba ya en llegar a
recogerme.
Ingresé al baño y al
salir de allí, te encontré parado en la puerta de tu habitación. Yo me
sorprendí al verte despierto y fuera de tu cama.
¿Qué haces despierto a
esta hora? ¿Quieres ir al baño? Te pregunté.
No; me respondiste.
Corriste hacia mí y con todas tus fuerzas, me diste un fuerte abrazo.
Te quiero mucho papá, me
dijiste; que tengas un buen viaje.
Yo no supe qué decir.
Me sorprendiste. Realmente, hiciste que mi corazón de volantines, saltos
largos, saltos mortales y carreras de velocidad a ya no más poder.
Me tuviste abrazado un
buen rato. Tus brazos, rodeaban mi cintura y de tantas emociones experimentadas
en ese momento, se humedecieron mis ojos; traté de retener esas lágrimas,
conteniéndome, para poder decirte mirándote a los ojos: yo también te quiero
mucho hijo mío.
Te volví a abrazar
fuertemente y te acompañé luego a tu habitación. Te dejé acostado en tu cama y
me despedí de ti, dándote un beso en la frente y mencionando que el próximo
viernes por la noche estaré de regreso en casa y nos podremos volver a ver.
Trata de dormir hijo
mío, quedan pocas horas para que amanezca y hoy es lunes y tú también tienes
que ir a tu escuela.
Duerme hijo mío, te
quiero mucho, te dije; y salí de tu habitación cerrando la puerta.
Pasaron aproximadamente
cinco minutos y se escuchó el sonido del clacson de la camioneta. Cogí mi
mochila, mi baldecito viajero y me dispuse a salir de la casa, tratando de no
hacer mucho ruido, pues no quería volver a despertar a los miembros de mi
familia.
Cerré la puerta
interior y el que da hacia la calle. La camioneta estaba allí, en la calle,
estacionada, con el motor encendido y el conductor esperándome para ayudarme a
subir a la tolva el baldecito viajero y unas cajas llenas de libros que había
conseguido que nos den en donación para la biblioteca de la escuela, donde
laboro.
Una vez que todo estuvo
acomodado, me dispuse a subir a la camioneta, abrí la puerta y en ese instante
escuche de nuevo tu voz.
Papá, papá, te quiero
mucho. Que tengas un buen viaje.
Tenías en mano, la
linterna que usas para alumbrarte, cuando por la noche, deseas ir al baño y
para no despertar a los demás, no enciendes la luz. Esa linterna que permanece
junto a la lamparita de noche, al lado izquierdo de tu cama, la agitabas de un
lado a otro, haciendo que su luz, se deje notar como un llamado de emergencia.
Te habías levantado una
vez más. Tuviste que dejar tu cama, abrir la puerta del dormitorio, pasar por
la cocina, el comedor, cruzar el patio y el jardín, para finalmente llegar a la
puerta que da hacia la calle. Abriste esa puerta y ahí estabas, tú, hijo mío,
diciéndome que me quieres mucho y deseándome un buen viaje.
Dejé la puerta del
carro abierta y me volví hacia ti. Me puse de cuclillas y nos abrazamos tan
tiernamente que no hubiese querido separarme, de no ser, que nuestras
responsabilidades como profesor, en zona rural, además de ser padre, las
tenemos que cumplir. ¡Cuánto te quiero hijo mío!
El sonido del clacson
se escuchó de nuevo e hizo que me apure en despegarme de ti. ¡Qué gran
desesperación lo que experimentó mi corazón! ¡Qué gran alboroto en mi cabeza!
Todos los demás, esa
mañana, seguían durmiendo, mientras que tú, te preocupabas por mí, y me
demostrabas el gran amor que me tienes.
¡Cuánto siento hijo
mío, hacerte pasar momentos como este!
Tienes aún ocho años,
eres un niño maravilloso, estas creciendo y no sabes cómo deseo lo mejor para
ti.
Te tuve que dejar.
Cerré la puerta y tú te quedaste a esperar a que llegue el próximo viernes.
Hoy es martes y ayer
lunes, paso todo esto. La camioneta inicio su marcha con dirección al lugar
donde laboro, luego de recoger a los pasajeros que aún faltaban, algunos de
ellos, también profesores como yo, que partimos a cumplir con nuestra labor y
que gracias a esa labor, podemos desarrollarnos como profesionales y mantener a
nuestra familia.
Al subirme a la
camioneta, no pude evitar sentir desasosiego, nostalgia, melancolía,
desesperación. Saludé a los presentes sin el énfasis y la cortesía habitual. Me
senté, y se inició en mí una lucha entre lo real y lo deseado.
Estoy seguro que, así
como yo, mi hijo, que lleva mi primer nombre, experimentó en ese momento,
múltiples emociones; pasaron por su cabecita, muchos pensamientos; y,
seguramente no concilió el sueño fácilmente.
Llegada la hora, yo
tenía que estar en mi centro de labores y simultáneamente, mi hijo tenía que
estar también en su escuela. ¿Cómo sería nuestro día?
Pues gracias a la vida,
estamos siendo cada día más resilientes. Gracias a la tecnología, podemos
además comunicarnos y darnos mutuamente el aliento necesario, de tal forma que,
nuestro día sea lo más provechoso posible.
Gracias hijo mío por
demostrarme tu amor. Te quiero mucho.
Gracias a tu hermano,
gracias a tu mamá.
Gracias familia.
https://www.reinadelaselva.pe/noticias/8131/te-quiero-mucho?fbclid=IwAR2ody_mQGjZX4gpiJqO50URlIODWycA8_2IzgxJ9-FC0j4LXTOrPNrO_L0
Agradecimiento:
https://www.reinadelaselva.pe/noticias/8028/agradecimiento-del-prof-jos-luis-arista-tejada
Club de Escritura:
https://clubdeescritura.com/perfil/105961/jose-luis-arista-tejada/
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