¿Cuándo
haremos respetar nuestros derechos y el de los demás?
Por: JOSE
LUIS ARISTA TEJADA
Escucho hablar a personas de mi entorno sobre la
corrupción existente en sectores diversos de nuestro sistema social.
Me llama la atención que se hable del tema a rienda
suelta, tan abiertamente y con fluidez, expresando sus quejas y enojos hacia
tal o cual estamento y que sea mas bien una dificultad el hacer oficial la
denuncia; es decir, no solo hablarlo en una conversación informal que ocurre en
cualquier lugar, si no, hacerlo formal mediante los recursos existentes para
impedir que la corrupción en sus distintas formas continúe haciendo de las
suyas.
Recuerdo haber escuchado a muchos decir que ellos sí
lograrían demostrar que tal funcionario estaría comprometido en actos de
corrupción. Que no dejaría que hagan lo que hicieron a X persona, a quien le
pasearon de oficina en oficina sin que le resuelvan su problema de injusticia.
Hay quienes demuestran convicción al decir que si son
capaces ellos de denunciar las injusticias; no obstante, son solo palabras,
porque después les vemos de lo más cómodos en el ruedo. Se burlan todavía de
aquellas personas que buscando justicia no la encontraron, pues las cerraron
las puertas. Se burlan al decir que son inútiles y que ellos si serían capaces
de hacer temblar a tanta autoridad corrupta; no obstante, son solo palabras.
Hay quienes sin hacer tanta bulla, hacen respetar sus
derechos y el de los demás. Luchan por el bien de todos; mas no por una
cuestión de superioridad o vehemencia pasajera.
Hay quienes si luchan contra las injusticias aunque para
ello se someten a múltiples dificultades, arriesgando incluso la propia vida.
Son valientes y son pocos.
Todos sabemos de lo malo que hacen las autoridades,
dirigentes, ciudadanos; pero pocos nos atrevemos a formalizar la denuncia.
Preferimos hablarlo informalmente en cualquier ocasión que se toque el tema
fortuitamente y exteriorizamos lo que hemos visto, oído, sentido sobre las
injusticias que se cometen y es como si nuestra cólera y nuestra indignación se
las llevara el viento.
Cuantas veces yo mismo he visto a muchas autoridades
abusar de las personas que por uno y otro motivo tienen que recurrir a ellos.
Cuantas veces me he indignado y no he dicho ni hecho nada
al respecto.
Cuantas veces he visto que el derecho de los demás es
atropellado sin la mínima muestra de respeto y dignidad.
Cuantas veces he dejado de ir a preguntar y reclamar por
mis derechos y el de los demás por saber también que a uno le pondrán pretextos
e intentarán rebajarte con una mirada hostil, una palabra desalentadora, una
respuesta incongruente.,
¿Cuántas veces he permitido a que pase por mi lado una
persona abatida sin que yo pueda hacer algo por ella?
¿Cuántas veces Dios mío he cedido y me he resignado a lo
que se de, pudiendo corregir los disparates con que se abastecen los que abusan de los demás?
Existen quienes detestan ya llegar a una oficina. Los que
aborrecen continuar recurriendo a la misma autoridad. Los que le tienen ya
aversión a seguir reclamando porque no les hacen caso.
Los abusos cometidos han traído como consecuencia, a que
los funcionarios públicos sean vistos como seres irresponsables de los que la
sociedad está profundamente decepcionada.
¿De qué nos sirve ser grandes personalidades y llenarse de
diplomas y cargos, si perdemos la humildad para realizar bien nuestra función?
Alguna vez, todos
hemos soñado con transformar el mundo. Hemos soñado con llevar paz, amor,
alegría y prosperidad a los demás, y yo lo sigo soñando; sin embargo, como dice
Dicken, “hay grandes hombres que hacen a todos los demás sentirse pequeños.
Pero, la verdadera grandeza consiste en hacer que todos los demás se sientan
grandes”
Tom Dooley dijo: que “nadie tiene derecho a ser feliz él
solo, cuando hay personas con hambre y dolor”.
En conclusión, las autoridades no tienen derecho a abusar
de los demás y si han soñado con coronas y cargos, que no sea para abusar, corromper,
servirse. Que piensen como Zoroastro que dice: hacer el bien no es un deber, es
una alegría.
Por último, es además nuestra obligación denunciar las
injusticias que se cometen y para ello tenemos que ser valientes y demostrar
también dignidad y respeto.
SSaludo la lucha
de los profesores, la lucha de todo profesional, la lucha de toda persona, la
lucha de toda Institución, la lucha de todas la familia y en especial, la lucha
diaria de nuestras queridas madres abnegadas en el todo el planeta.
JOSE
LUIS ARISTA TEJADA
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