lunes, 7 de agosto de 2017

¿Cuándo haremos respetar nuestros derechos y el de los demás? Por: JOSE LUIS ARISTA TEJADA



¿Cuándo haremos respetar nuestros derechos y el de los demás?


Por: JOSE LUIS ARISTA TEJADA

Escucho hablar a personas de mi entorno sobre la corrupción existente en sectores diversos de nuestro sistema social.
Me llama la atención que se hable del tema a rienda suelta, tan abiertamente y con fluidez, expresando sus quejas y enojos hacia tal o cual estamento y que sea mas bien una dificultad el hacer oficial la denuncia; es decir, no solo hablarlo en una conversación informal que ocurre en cualquier lugar, si no, hacerlo formal mediante los recursos existentes para impedir que la corrupción en sus distintas formas continúe haciendo de las suyas.
Recuerdo haber escuchado a muchos decir que ellos sí lograrían demostrar que tal funcionario estaría comprometido en actos de corrupción. Que no dejaría que hagan lo que hicieron a X persona, a quien le pasearon de oficina en oficina sin que le resuelvan su problema de injusticia.
Hay quienes demuestran convicción al decir que si son capaces ellos de denunciar las injusticias; no obstante, son solo palabras, porque después les vemos de lo más cómodos en el ruedo. Se burlan todavía de aquellas personas que buscando justicia no la encontraron, pues las cerraron las puertas. Se burlan al decir que son inútiles y que ellos si serían capaces de hacer temblar a tanta autoridad corrupta; no obstante, son solo palabras.
Hay quienes sin hacer tanta bulla, hacen respetar sus derechos y el de los demás. Luchan por el bien de todos; mas no por una cuestión de superioridad o vehemencia pasajera.
Hay quienes si luchan contra las injusticias aunque para ello se someten a múltiples dificultades, arriesgando incluso la propia vida.
Son valientes y son pocos.
Todos sabemos de lo malo que hacen las autoridades, dirigentes, ciudadanos; pero pocos nos atrevemos a formalizar la denuncia. Preferimos hablarlo informalmente en cualquier ocasión que se toque el tema fortuitamente y exteriorizamos lo que hemos visto, oído, sentido sobre las injusticias que se cometen y es como si nuestra cólera y nuestra indignación se las llevara el viento.
Cuantas veces yo mismo he visto a muchas autoridades abusar de las personas que por uno y otro motivo tienen que recurrir a ellos.
Cuantas veces me he indignado y no he dicho ni hecho nada al respecto.
Cuantas veces he visto que el derecho de los demás es atropellado sin la mínima muestra de respeto y dignidad.
Cuantas veces he dejado de ir a preguntar y reclamar por mis derechos y el de los demás por saber también que a uno le pondrán pretextos e intentarán rebajarte con una mirada hostil, una palabra desalentadora, una respuesta incongruente.,
¿Cuántas veces he permitido a que pase por mi lado una persona abatida sin que yo pueda hacer algo por ella?
¿Cuántas veces Dios mío he cedido y me he resignado a lo que se de, pudiendo corregir los disparates con que  se abastecen los que abusan de los demás?
Existen quienes detestan ya llegar a una oficina. Los que aborrecen continuar recurriendo a la misma autoridad. Los que le tienen ya aversión a seguir reclamando porque no les hacen caso.
Los abusos cometidos han traído como consecuencia, a que los funcionarios públicos sean vistos como seres irresponsables de los que la sociedad está profundamente decepcionada.
¿De qué nos sirve ser grandes personalidades y llenarse de diplomas y cargos, si perdemos la humildad para realizar bien nuestra función?
  Alguna vez, todos hemos soñado con transformar el mundo. Hemos soñado con llevar paz, amor, alegría y prosperidad a los demás, y yo lo sigo soñando; sin embargo, como dice Dicken, “hay grandes hombres que hacen a todos los demás sentirse pequeños. Pero, la verdadera grandeza consiste en hacer que todos los demás se sientan grandes”
Tom Dooley dijo: que “nadie tiene derecho a ser feliz él solo, cuando hay personas con hambre y dolor”.
En conclusión, las autoridades no tienen derecho a abusar de los demás y si han soñado con coronas y cargos, que no sea para abusar, corromper, servirse. Que piensen como Zoroastro que dice: hacer el bien no es un deber, es una alegría.
Por último, es además nuestra obligación denunciar las injusticias que se cometen y para ello tenemos que ser valientes y demostrar también dignidad y respeto.
SSaludo la lucha de los profesores, la lucha de todo profesional, la lucha de toda persona, la lucha de toda Institución, la lucha de todas la familia y en especial, la lucha diaria de nuestras queridas madres abnegadas en el todo el planeta.


JOSE LUIS ARISTA TEJADA

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Aquí estoy yo - 2024

  Aquí estoy yo.